jueves, 5 de septiembre de 2013

¡Esto es un asalto!

No había luz, recuerdo. Yo caminaba con los audífonos puestos y la música a todo volumen hacia mi casa. Los semáforos ya no existían y los autos pasaban y pasaban, los cruces en ese entonces no se respetaban. Toda la ciudad estaba a oscuras, los focos automovilísticos eran lo único que daba luz.
De pronto, en la caminata hacia el cruce que ya no existía, un brazo rodeó mi espalda. Me pregunto si acaso lo recordaba, yo le respondí que nunca en mi vida lo había visto, ahí fue cuando sucedió. Apareció su cómplice, trató de no mirarme a los ojos, pero le fue difícil. Me mostró su arma, sacándola lento de su bolsillo, sentí miedo, entregué todo. Ellos corrieron, casi como si me temieran, como si escaparan de mi, no entendía mucho, "quizás lo merezco" pensé. A la mala, pase por el cruce y recordé que en mi bolsillo quedaban 220 pesos, cerca de la esquina me compre una sopaipilla, sabía mal. Había un taco enorme, decidí caminar, todo seguía oscuro. Pensé en la posibilidad de otro asalto, pero recordé que no tenía nada mas que entregar.
Llegando a la casa, divise a lo lejos un par de focos que funcionan con luz solar, de esos que cuando hay luz en la noche nunca se ven. Esa noche. brillaron mas que nunca.

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