Me dí cuenta hace un par de semanas, mirando Santiago desde un edificio situado en Ñuñoa. Todo el mundo parecía tan firme, era como si nunca se fuera a desmoronar, ni a caer.
Al caminar un poco hacia mi casa, en cada esquina los escuchaba hablar, murmurar cosas. Eran voces de niños, ocho a diez años aproximadamente. Hablaban de la gente, del ambiente que había aquí en la superficie, los sentí muy cansados.
Un día, mientras me fumaba un cigarro esperando la micro, apareció uno de ellos, lo supe en ese mismo instante cuando me habló. No tenía idea de quien era, solo sabía que era de los que estaban abajo. Sus brazos estaban desarrollados, y sus manos estaban llenas de callos y ampollas, preferí no hablarle de eso. De pronto, para mi propia sorpresa, él tocó el tema. Me explicó que había logrado escapar de ahí, con un poco de ayuda. Cada día mas niños subían a la tierra, a través de una mujer, como él lo hizo. Me explico, que antes de la vida en la tierra de cualquier ser humano, estabas forzado a sostenerla. Si, debajo de nosotros habían, miles, millones, billones de niños, con los brazos arriba, sosteniéndonos. Que eran como ideas, eran planes a futuro, como él y como yo.
Tremendo, tremendisimo.
ResponderEliminarY el guiño al Majora's es lo mejor
ResponderEliminarO yo nomás lo vi? jasdj
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